Marco teórico sobre el problema a intervenir
La psicología de la salud es una disciplina que estudia cómo los factores biológicos, psicológicos y sociales influyen en la salud y la enfermedad, y se enfoca en la promoción del bienestar y la prevención de patologías (Taylor, 2018). El hecho de vivir sometidos a situaciones de gran tensión durante mucho tiempo puede desembocar en un estado depresivo (Rojas E., M., 2021) y es que se puede definir el estrés como un estado de preocupación o tensión mental generado por una situación difícil. Todas las personas tenemos un cierto grado de estrés, ya que se trata de una respuesta natural a las amenazas y a otros estímulos. (OMS,2023).
Dentro de este enfoque, el distrés psicológico se entiende como una respuesta emocional negativa ante situaciones percibidas como amenazantes o desbordantes, que puede afectar la funcionalidad diaria, la salud física y mental, y el rendimiento académico o laboral (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2022).
Además el problema con el cortisol es su liberación constante. Cuando nos intoxicamos de cortisol, el organismo permanece alterado y la mente y el cuerpo se ven afectados. (Rojas E., M., 2021)
Como indica Romero (2009; como se cita en Villamizar C., A., Vargas T., L., Blanco B., M., y Ríos O., S., 2023 ) el Estrés académico se refleja por medio de un malestar general mediante el que viven las personas en las diferentes etapas académicas, se manifiesta por medio de ansiedad, frustración, aislamiento, pensamientos de incapacidad, dificultad en resolución de problemas y conductas .
El desarrollo de los estudios de posgrado en México ha sido un proceso paulatino que refleja tanto la evolución del sistema educativo nacional como las transformaciones sociales, económicas y científicas del país. Aunque las primeras universidades mexicanas, como la Real y Pontificia Universidad de México fundada en 1551, ofrecían grados avanzados principalmente en teología, derecho y medicina, no fue sino hasta el siglo XX cuando se consolidó un sistema estructurado de posgrados con orientación científica y profesional (UNAM, s.f.).
Durante la segunda mitad del siglo XX, especialmente a partir de la década de 1970, las comunidades de estudios de posgrado comenzaron a fortalecerse con la creación de programas de maestría y doctorado en instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN), el Colegio de México (Colmex) y el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV). Este impulso fue favorecido por políticas públicas orientadas a la formación de capital humano altamente especializado, así como por la necesidad de generar conocimiento propio para responder a los retos del desarrollo nacional (De Vries, 2009; CONACYT, 2018).
La conformación de estas comunidades académicas se ha caracterizado por su dinamismo, diversidad disciplinaria y creciente vinculación con redes internacionales de investigación. Con el paso del tiempo, han emergido asociaciones, redes temáticas y cuerpos académicos que fomentan la colaboración entre investigadores, estudiantes y profesionales, contribuyendo a la generación de conocimiento de alto impacto en distintas áreas del saber (López Segrera & Didriksson, 2008; Maldonado-Maldonado, 2010).
Actualmente, las comunidades de posgrado en México no solo representan un espacio de formación avanzada, sino también un nodo estratégico para la innovación, el análisis crítico de la realidad nacional y la construcción de soluciones interdisciplinarias a los grandes desafíos contemporáneos (ANUIES, 2019).
En contextos universitarios, el distrés se manifiesta comúnmente en síntomas como ansiedad, irritabilidad, trastornos del sueño y somatizaciones (Vera-Villarroel et al., 2019). Este fenómeno se acentúa en los programas de posgrado, especialmente en disciplinas de alta demanda como las ciencias exactas, debido a factores como la presión por publicar, la competitividad, el aislamiento, la relación con asesores y la incertidumbre laboral (Ramírez et al., 2021).
El distrés en estudiantes de posgrado
El distrés es una forma de estrés negativo que se presenta cuando las demandas del entorno sobrepasan los recursos percibidos por la persona para afrontarlas, generando consecuencias emocionales, conductuales, cognitivas y físicas (Lazarus & Folkman, 1986). A diferencia del eustrés —que puede ser adaptativo y motivador—, el distrés afecta negativamente la salud y el desempeño, pudiendo desencadenar síntomas como ansiedad, fatiga crónica, irritabilidad, problemas de concentración, insomnio, dolores musculares y trastornos psicosomáticos (Taylor, 2018).
En el ámbito educativo, especialmente en programas de posgrado, el distrés se ha convertido en un fenómeno preocupante debido a las elevadas demandas académicas, investigativas y laborales que enfrentan los estudiantes. Este malestar psicológico puede tener un impacto directo en el desempeño académico, la permanencia en el programa, y en la salud mental general del alumnado (Ramírez et al., 2021).
Estudios recientes revelan que entre el 50% y el 70% de los estudiantes de posgrado reportan niveles moderados a altos de estrés crónico (Contreras et al., 2020; Morales et al., 2022). Las causas más frecuentes incluyen:
Sobrecarga de trabajo académico y de investigación.
Presión por publicar o producir resultados innovadores.
Relaciones jerárquicas conflictivas con tutores o asesores.
Competencia interna entre pares.
Incertidumbre sobre el futuro laboral.
Dificultades económicas.
Aislamiento social y deterioro del equilibrio vida-estudio (González & Córdova, 2021).
En las ciencias exactas, estas situaciones se agravan por la naturaleza altamente estructurada y exigente del trabajo experimental en laboratorio. Muchos estudiantes pasan largas jornadas trabajando sin horarios definidos, con rutinas repetitivas, poca retroalimentación emocional, y bajo supervisión estricta. Además, la cultura del rendimiento académico puede dificultar que los estudiantes reconozcan o comuniquen su malestar por temor a ser percibidos como débiles o poco comprometidos (Vera-Villarroel et al., 2019).
En este contexto, el distrés no solo afecta al individuo de forma aislada, sino que también genera un efecto acumulativo en el clima del laboratorio, en las dinámicas de grupo y en la productividad colectiva. Cuando no se abordan adecuadamente, estos síntomas pueden derivar en consecuencias más severas como trastornos de ansiedad, depresión, burnout académico, ideación suicida o abandono del posgrado (OMS, 2022; López et al., 2020).
Además los factores que predisponen a un individuo al estrés pueden estar determinados por la singularidad de cada uno, incluyendo factores basados en la personalidad, la autoestima y la resistencia orgánica; por tanto, un factor de estrés puede ser percibido diferente por dos personas, mostrando que las respuestas a los estímulos estresantes son individuales y subjetivas, lo que refleja la capacidad de adaptación de cada individuo (Domingues Hirsch et al., 2018).
Por ello, se vuelve urgente implementar estrategias de intervención desde la psicología de la salud que ayuden a prevenir, contener y revertir los efectos del distrés en este tipo de población. Estas acciones deben considerar no solo la mejora del bienestar individual, sino también la transformación de las condiciones estructurales que favorecen el malestar.
La psicoeducación es una estrategia terapéutica que combina la enseñanza de conocimientos psicológicos con el desarrollo de habilidades de afrontamiento, regulación emocional y promoción del autocuidado. Su objetivo es brindar a las personas herramientas prácticas para comprender y manejar los factores que afectan su bienestar, aumentando la percepción de control sobre sus emociones y comportamientos (Fernández-Abascal & Palmero, 2021).
Una técnica que ha sido efectiva en la regulación del estrés es la terapia lúdica o de juego, así lo señala Ladino et al. (2006; como se cita en Villamizar C., A., Vargas T., L., Blanco B., M., y Ríos O., S., 2023) esta terapia consiste en una herramienta de pausas activas con juegos grupales o estiramientos, que permiten eliminar síntomas desagradables por el estrés que enfrentan en el diario vivir y en ciertas ocasiones les genera malestar físico y emocional.
Los resultados obtenidos en el estudio de Javier-Rivera, L. S., Barceló-Rodríguez, V. B., Canté-Cuevas, X. C., Kent-Sulú, M. P., y Vásquez-Gutiérrez, M. G. (2024) demuestran que la aplicación del programa de pausas activas tuvo el 95.66 % de disminución de estrés y ansiedad, así como un aumento de la concentración. La actividad propuesta fue calificada como agradable (30.4 %), muy agradable (26 %) y excelente (39.1 %).
En La guía de Intervención del estrés de Vázquez G., F. L., Blanco S., V, y Otero O., P. (s.f) proponen técnicas como: La relajación muscular progresiva, entrenamiento en control de la respiración, entrenamiento autógeno, terapia cognitiva-conductual, terapia de aceptación y compromiso, midfulness, y ejercicio físico entre otros, los cuales han demostrado tener efectos benéficos para la regulación del estrés.
En síntesis, la relajación muscular progresiva de Jacobson tiene como objetivo la relajación de diversos músculos del cuerpo, se realiza por medio de movimientos progresivos de tensión y relajación, desde la cabeza hasta las piernas. Se plantea que una reducción de la estimulación de los músculos desciende una vez en su activación cortical y autonómica, lo que quiere decir que genera un estado de ausencia de tensión del cuerpo (Guamanquispe, 2013).
Fundamentos de la psicoeducación
Desde el enfoque de la psicología de la salud, la psicoeducación se sustenta en la teoría del modelo biopsicosocial , que entiende la salud como resultado de la interacción entre factores biológicos, psicológicos y sociales. También integra elementos del modelo de promoción de la salud (OMS, 1986), en el cual la intervención se orienta no solo a la prevención del malestar, sino al fortalecimiento activo del bienestar y la calidad de vida.
A nivel individual, la psicoeducación busca desarrollar:
Conciencia sobre el propio estado emocional.
Conocimientos sobre el estrés, la ansiedad, y su impacto.
Habilidades de afrontamiento adaptativo (por ejemplo: respiración consciente, reestructuración cognitiva, solución de problemas).
Estilos de vida saludables (sueño, alimentación, ejercicio, relaciones interpersonales).
Modelos de intervención psicoeducativa
Existen diversos modelos estructurados que sirven de guía para el diseño de programas psicoeducativos eficaces:
a) Modelo de Falloon (1996)
Originalmente diseñado para pacientes con esquizofrenia y sus familias, este modelo ha sido adaptado a diversos contextos, incluido el educativo. Sus componentes clave son:
Proporcionar información clara sobre el problema.
Promover la toma de decisiones informadas.
Enseñar habilidades de comunicación y solución de conflictos.
Fomentar el apoyo social como red protectora.
b) Modelo de educación para la salud emocional de Bisquerra (2000, 2011)
Aplicado especialmente en contextos educativos. Se enfoca en cinco competencias emocionales:
Conciencia emocional.
Regulación emocional.
Autonomía emocional.
Habilidades sociales.
Habilidades para la vida y el bienestar.
Este modelo es útil para trabajar con jóvenes universitarios y se adapta bien a espacios grupales.
c) Modelo de intervención en crisis de Caplan (1964)
Aunque centrado en situaciones de crisis, ha sido utilizado para estructurar intervenciones breves ante situaciones de distrés. El modelo promueve una intervención inmediata, centrada en:
Evaluación de recursos personales.
Reducción del impacto emocional.
Restablecimiento del equilibrio psicosocial.
Prevención de recaídas.
Aplicaciones en población universitaria
En contextos universitarios, la psicoeducación ha mostrado efectividad en la reducción de síntomas de estrés, ansiedad y burnout académico, así como en la mejora del rendimiento y la calidad de vida (López et al., 2020). Su implementación en espacios grupales, como talleres o seminarios dentro del aula o en entornos informales (como laboratorios), facilita el acceso, reduce el estigma y fomenta el acompañamiento entre pares.
Según estudios de Contreras et al. (2020) y Morales et al. (2022), los programas psicoeducativos más eficaces comparten estas características:
Son breves (4 a 8 sesiones).
Son experienciales y participativos.
Incorporan técnicas cognitivo-conductuales y de mindfulness.
Se adaptan a la realidad específica del grupo objetivo.
Incluyen una fase de seguimiento o refuerzo.
En el caso de estudiantes de posgrado en ciencias exactas, estas intervenciones son particularmente relevantes al ofrecer herramientas prácticas para manejar el alto nivel de exigencia, la incertidumbre científica y la presión del entorno académico.
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